En el centro histórico de la Ciudad de Oaxaca florece Gu Shu, un proyecto textil que transforma la seda en un lienzo de color y tradición. Desde 2020, Itzel Enríquez, directora y fundadora de la marca, ha explorado las infinitas posibilidades del teñido artesanal, utilizando flores, hojas, raíces e incluso insectos para dar vida a piezas únicas. Cada tela, ya sea chiffón,charmeuse o shantung, refleja no solo la riqueza de los paisajes oaxaqueños, sino también el profundo respeto por las prácticas ancestrales y sostenibles que Gu Shu se empeña en preservar.

Y en esta ocasión para Meow Magazine, charlamos con Itzel, quien con una formación en Gestión Cultural y Desarrollo Sustentable, combina creatividad y conciencia, creando prendas atemporales que celebran y honran el poder de la seda en su máxima expresión y la tradición en cada hilo.
Yaveli: ¿Cómo nació Gu Shu y qué historia hay detrás del nombre?
Tai: Gu Shu nació en 2020, en plena pandemia, a partir de una experiencia personal. Me diagnosticaron dermatitis y descubrí que la seda era la tela más amable con mi piel. En Oaxaca no encontré muchas opciones, así que decidí hacer mi propia ropa y experimenté con seda y tintes naturales, conocimientos que ya tenía gracias a cursos que tomé de niña y al contacto constante con el mundo textil de la región.
El nombre surgió en esa misma época. Escuché un arrullo en lengua triqui donde se repetía “gu shu”. No tenía traducción literal, era más un sonidito que acompañaba el canto, pero se me quedó grabado por su musicalidad. Me gustó que no tuviera un significado exacto y lo adopté como el nombre del proyecto. Mucha gente piensa que suena japonés; otros han intentado ubicarlo en zapoteco. A mí me encanta que sea un nombre sonoro, pegajoso y que no tenga una traducción literal: invita a preguntar y a acercarse para conocer la historia detrás.
Y: ¿Qué te llevó a elegir la seda como materia prima principal?
T: La seda me fascina por su resistencia, elasticidad y brillo, pero sobre todo por lo que aporta al cuerpo y la piel. Mucha gente cree que es delicada, pero en realidad soporta muy bien el uso. Además, Oaxaca tiene una historia profunda con esta fibra: durante siglos se cultivaron moreras para alimentar a los gusanos de seda, y también existe una tradición con la grana cochinilla. Esa conexión histórica me inspiró a retomarla y trabajar con ella de una forma contemporánea.
Con el tiempo logré encontrar proveedores que resultaron ser los mismos que trabajan con Chanel. Eso le da una dimensión especial a mi trabajo, porque sé que estoy utilizando seda de la mejor calidad, con la diferencia de que en Gu Shu cada prenda se tiñe y se confecciona a mano, con procesos completamente artesanales.

Y: ¿En qué momento decidiste trabajar con tintes naturales y por qué?
T: Desde el inicio supe que quería tintes naturales. Ya tenía unos conocimientos desde niña y, al empezar el proyecto, retomé y profundicé en la experimentación. Me atrae dejar que los pigmentos actúen por si solos o de forma algo impredecible: la luz, la temporada, el PH del agua o el momento en que se recolectan las plantas influyen en el resultado. Prefiero esa libertad a la uniformidad industrial; que cada prenda o lienzo tenga su propia vida e historia propia.
Y: ¿Cómo es el proceso de teñido con tintes naturales?
T: Es completamente artesanal y requiere paciencia. Primero preparo la tela para que la fibra absorba el tinte. A partir de ahí elijo técnica: a veces sumerjo la pieza en baños de color; otras, estampo con flores; otras hago shibori o atados sencillos para jugar con texturas y sombras. Muchas piezas pasan por varias capas de teñido: hago un fondo, lo enjuago, lo dejo secar, vuelvo a decidir si añadir otra capa o un estampado. Incluso después de la confección a veces vuelvo a intervenir una prenda si siento que le falta algo. Trabajo principalmente con grana cochinilla, añil, cempasúchil, hojas de eucalipto, nogal, palo de Brasil o Campeche y pericón. Suelo adaptarme a la temporadas, y, además, apoyo directamente a los productores locales que cultivan, cosechan y venden estos recursos.

Y: ¿Existe una técnica o tono que se haya convertido en la firma de Gu Shu?
T: El que más reconocen es la mezcla de grana cochinilla y cempasúchil sobre un fondo rojo. Muchas personas lo identifican como un color “muy oaxaqueño”. Sin embargo, no me limito a un solo estilo: disfruto experimentar y cada combinación me ofrece un reto y una sorpresa distinta.
Y: ¿Cómo equilibras la estética de las prendas con la sostenibilidad del proceso?
T: Desde el diseño pienso en cómo aprovechar al máximo el lienzo para no generar desperdicio. Con los pedazos pequeños elaboro accesorios como scrunchies, antifaces y pañuelos. He guardado u obtenido sólo cinco cajas enteras de retazos durante estos años y los sigo reutilizando. Para mí, la sostenibilidad está en no dar nada por perdido y en honrar cada fragmento de seda que utilizo.

Y: ¿De dónde surge tu inspiración para los diseños y la paleta de colores?
T: La paleta de colores surge de los propios tintes naturales, que cambian con las estaciones. Durante la temporada de lluvias obtengo tonos más oscuros, mientras que en primavera aparecen colores más luminosos, asimismo el agua es un factor importante, ya que, también utilizo mucho el agua de lluvia, y su PH depende mucho de la temporada. En cuanto al diseño, me inspiro en las prendas tradicionales oaxaqueñas y también en la estética japonesa, que me atrae por su simpleza y versatilidad. Me interesa crear siluetas que se adapten a diferentes cuerpos y que incluso puedan ser unisex. Para mí es muy valioso que mujeres de distintas complexiones y estaturas, encuentren en Gu Shu una prenda que les quede y los haga sentir bien.

Y: ¿Cómo describirías el estilo Gu Shu a alguien que nunca ha visto tus prendas y qué emociones o sensaciones buscas transmitirles?
T: Son piezas con movimiento, brillo y color. Me gusta que sean prendas especiales, esas que elevan cualquier look básico y que se convierten en un amuleto dentro del guardarropa. Quiero que se sientan cómodos, seguros y alegres. Me emociona ver cómo un look básico se transforma con un kimono lleno de color y las personas descubren una nueva forma de expresarse. La seda tiene algo muy especial que conecta tanto con jóvenes como con personas mayores.
Y: En una industria de moda rápida, ¿cómo han logrado mantener un ritmo más consciente de producción?
T: Porque somos pocas manos: yo tiño y una colaboradora se encarga de la confección. No queremos producir rápido ni en grandes cantidades; preferimos avanzar con calma, conocer a nuestras clientas y entender cómo y dónde usarán las piezas. Es respetar los tiempos que requiere cada prenda. Y nuestro reto principal ha sido la percepción del cliente respecto a la durabilidad del color. Los tintes naturales pueden cambiar más visiblemente con el tiempo que un teñido industrial; por eso explico el proceso y hago pruebas de color y enjuagues antes de mandar a confección, para que la prenda llegue con el color más cercano al que conservará. También he sometido prendas a pruebas intensas y no he visto que terminen blancas; la seda absorbe bien los pigmentos, pero siempre procuro explicar cómo cuidarlas y qué esperar con el paso del tiempo.

Y: ¿Qué significa para ustedes la moda sustentable más allá del concepto?
T: Es una necesidad y una manera de valorar el trabajo humano. No quiero que la gente piense que la prenda aparece sola en la tienda: están las personas que plantan el cempasúchil, quienes lo recogen, quienes preparan los pigmentos. Mostrar ese recorrido, llevar flores al taller, tomar fotos de los productores, ayuda a que las clientas valoren el origen y el esfuerzo detrás de cada color.
Y: ¿Cuál ha sido la reacción más memorable de un cliente hacia tus prendas?
T: Recuerdo a un cliente japonés que, desde la puerta de la tienda, supo que era seda. Compró una camisa y volvió para encargar varias más; decía que usarla era delicioso. Otra vez, un hombre acompañaba a su novia probándose prendas y decidió quedarse con un pantalón que ella llevaba: salió del taller con la prenda puesta y se fue a tomarse fotos en la ciudad. Son momentos que muestran cómo la prenda conecta inmediatamente con quien la prueba.
Y: ¿Cómo imaginas a Gu Shu en los próximos cinco años, hay planes de explorar otras fibras naturales además de la seda?
T: Me gustaría mantener la relación directa con proveedores y clientes, y que las prendas lleguen a pequeñas tiendas afines en distintas partes del mundo. No busco un crecimiento masivo en redes; sino crear conexiones significativas con personas y lugares donde las prendas puedan viajar y seguir contando historias. Y más que cambiar de fibra, quiero explorar distintos tipos de seda: añadimos una seda tipo chiffon y estoy aprendiendo a cómo funciona en lisos y estampados; también me he interesado por teñir hilos para trabajar en telar de cintura con una amiga de Yalálag. He probado teñir hilos, hice uno o dos intentos, y sé que implicaría dedicarles más tiempo, pero por el momento mi horizonte es experimentar aún más con los pigmentos.

Para conocer más de Gu Shu, visita su perfil de Instagram y déjate sorprender por el encanto de la seda que se ajusta a tu cuerpo para bailar contigo.
Fotografías por Abraham Mar