Texto por Diana Rosalía
Una noche mientras cenaba pizza con mis amigas Montse y Dani, nos lamentamos porque nuestros cuerpos no eran los mismos de hace 10 años, hablamos sobre cómo nuestros jeans favoritos ahora parecen muy pequeños y cómo desde niñas esta idea sobre el cambio, en particular sobre el aumento de peso de nuestros cuerpos, es un tema que nos provoca angustia. Una verdadera pesadilla.
Más de una vez me he descubierto diciendo a mis amigas: “quiero ser delgada, pero también quiero ser feliz” antes de comerme un pan dulce. Esta frase casi siempre termina entre risas, pero en el fondo sabemos que existe una culpa muy arraigada a la idea de consumir alimentos por el simple placer de comer y pensamos en cómo esto se reflejará en nuestros cuerpos.
Días después, Dani (que es médica) me dijo que estaba cansada de la “cultura de la dieta” y de que cada año “ser delgada” o “bajar de peso” sea uno de los propósitos más comunes entre las mujeres. Así que me puse a investigar un poco más sobre el tema y aquí te comparto algunas de mis reflexiones.
La comida es social
En el sentido más estricto todas las personas hacen dieta. Desde comer unos taquitos 5 días a la semana hasta la dieta keto, todas las formas que pueden tener los hábitos alimenticios son una dieta. Sin embargo, la cultura de la dieta, además de estar ligada a la alimentación para la substancia, está vinculada a un ideal estético muy especifico: el cuerpo delgado. Lo cual casi siempre se traduce en belleza, salud y otros valores o atributos positivos o beneficios dentro de nuestra sociedad. Quizá por eso una de nuestras metas cada año, mes o día a día es perder peso; gracias a los significados que envuelven al concepto de delgadez, lo relacionamos con un éxito en nuestras vidas.
En todas las culturas la comida y la alimentación tienen dimensiones que van más allá de la mera nutrición y supervivencia. La comida es parte de nuestras relaciones sociales; está estrechamente ligada a nuestra vida afectiva. Por eso muchas de nuestras reuniones familiares ocurren al rededor de una mesa o para demostrarle tu amor a alguien le preparas el desayuno o una cena romántica. Entonces, ¿vale la pena privarse del placer y el ser dominadxs por la culpa solo por tener un cuerpo delgado?
Si nuestros cuerpos son plurales, los valores estéticos no pueden ser homogéneos.
Diana Rosalía
El peso de las mujeres
Ningún valor estético es universal. En Mauritania los cuerpos gordos son sinónimo de belleza y plenitud. En México las mujeres juchitecas que habitan en el Istmo de Tehuantepec también exaltan los cuerpos gordos como parte de su atractivo e identidad. Estos son tan solo dos ejemplos que desmitifican el hecho de que los cuerpos delgados siempre son más hermosos.
¿Viste que en ambos ejemplos el ojo está puesto sobre los cuerpos de las mujeres? Este mandato sobre los cuerpos y la exigencia social por habitar un cuerpo esbelto está atravesado por el género: controlar el cuerpo de las mujeres para controlar la vida de las mujeres. Controlar nuestros consumos, nuestra imagen y nuestras emociones.
Cada vez existen más activistas, artistas e investigadoras que exploran esta relación entre los cuerpos que no entran en el cánon estético occidental y los atributos negativos que les son asignados. Te invito a revisar el trabajo de la antropóloga juchiteca Patricia Matus Alonso quien nos habla sobre la diversidad de los cuerpos. También visita el instagram de la nutrióloga Raquel Lobatón una promotora experta de la nutrición incluyente que explica por qué una cultura de la dieta no siempre es sinónimo de salud.
La pluralidad es normal
Esto no es una invitación a comer de manera excesiva o desbordarnos en papitas con chile todos los días. Es un llamado a reflexionar con mirada más crítica y amable sobre nuestros cuerpos. La vida de las mujeres debería ser valorada más allá de nuestra imagen corporal o peso. Los éxitos a los que podemos aspirar no pueden ser apocados por la lucha constante de perder kilos.
Si nuestros cuerpos son plurales, los valores estéticos no pueden ser homogéneos. Debemos comenzar a reconocerlos, nombrarlos (decir gorda no es una ofensa, porque ser gorda no está mal) y tratarlos con orgullo, amor y dignidad.
¡Vivan los cuerpos diversos y plenos!
¡Hagamos más citas para comer con las amigas!