Entre las categorías de un clóset hay una que corresponde a las herencias, conformada por piezas que nos conectan con el amor de familiares y amigues. Cada una de sus piezas es un mágico portal a momentos que ya han pasado, tal vez en algunos en los que ni siquiera estuvimos presentes, y sin embargo las historias de estos valiosos y sentimentales objetos nos ayudan a entender que el amor persiste más allá de este tiempo y espacio.
Eso es lo que me asombra de la indumentaria, como se convierte en una historia, en un símbolo, como puede ser una pertenencia de alguien que conociste bien y que de alguna manera lleva su esencia, un pedazo de tela que en la memoria queda a veces con todos sus sonidos y hasta sus olores. Un apapacho o el medio para sentirse cerca de quien ya no se encuentra en este plano.
Para celebrar Día de Muertos le preguntamos a un par de entusiastas de la moda sobre sus más preciadas herencias y los recuerdos que en ellas se albergan.
Talía Cu
Mis dos abuelas eran mujeres extremadamente creativas: Argentina y Zita.
El sombrero le perteneció a Zita, fue regalo de un amigo artista y llegó a mí por mi papá. En realidad no lo utilizo, sino que lo atesoro como un momento en su historia. Me hace pensar en el estilo andrógino y elegante que tenía, y cómo fue de esa primera generación en México que usaba ropa masculina, a pesar de los chiflidos en las calles.
El saco morado era de mi abuela materna, Argentina, fue creado en una sastrería en Hong-Kong, sé que mi abuelo se lo regaló. Este me lo dio mi mamá, como una forma de recordarla. El guante blanco de piel, también era de ella. No sé de dónde lo obtuvo en realidad, pero puedo imaginar que era de los 40’s o 50’s, cuando las mujeres debían vestir muy formales para ciertos eventos. Todo esto no tiendo a usarlo porque en realidad es delicado, prefiero guardarlo y pensar cómo eran esos momentos en la moda, que se vivieron en México en el siglo anterior.

Rodrigo de N. Colmenero
En la foto estoy usando dos prendas que heredé de mi abuela. Ella fue mi maestra más grande y yo su primer nieto y el consentido. El huipil amuzgo lo compró en uno de sus viajes en los setenta y ha sido uno de los detonantes por investigar y conocer textiles tradicionales, saber a qué culturas pertenecen y la labor tan compleja que hay detrás.
La falda la encontré cuando estábamos sacando las cosas de su clóset y también me ha acompañado muchos años; ha sido una expresión material de algo que creo que va más allá de la binariedad del género, mientras me recuerda a ella.
Llevar sus prendas, que aún huelen a su clóset, es una prueba de que está aquí, en partículas de energía a mi alrededor y en una expresión eterna de amor.

Diana Baranda
Estos son los shorts de golf de mi padre. Después de sufrir la pérdida de su ojo, mi papá dejó de jugar golf, tras una transformación total de sus hábitos, se enfocó al 100 en el ejercicio y con su baja de peso, sacó esos shorts de su clóset.
Al verlos le exigí que me los cediera, pues serían gran pieza para mi guardarropa y así fue. Varias veces me vio con ellos, pero ahora los llevo con más cariño.
Estos días, su segundo Día de Muertos desde el más allá, han sido muy sensibles para mi, usar su ropa me reconforta, pues lo siento más cercano a mi.

Edna Pedraza
Mi papá tenía una especie de uniforme, le encantaba que le regalaran playeras de lugares: de ciudades, países, playas. La regla es que tenía que ser blanca, y la verdad se hizo de una divertida colección, sobre todo de souvenirs de las playas que mi hermano Ulises ha visitado.
Esta de Melaque, Jalisco, me encanta porque tiene una ilustración que me hace pensar en una postal de los 50’s, y porque a mi mamá también le gusta mucho, en realidad fue ella quien me la dio a mi, así que es una pieza que me hace pensar con mucho amor en mis padres.
Me encanta “disfrazarme” de mi papá pues me siento cerca de él cuando pienso en todas las similitudes que compartimos.

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Fotografía de portada por Marco Giuseppe Timelli para Unsplash