La nueva propuesta de Raquel Orozco es un manifiesto floral que trasciende la estética visual: cada flor es una declaración de presencia. La diseñadora mexicana vuelve a recordarnos que lo femenino no es sinónimo de fragilidad, sino de transformación.

Desde un conjunto blanco con flores en 3D hasta un vestido fucsia de volumen asimétrico, el desfile deja claro que la silueta tradicional es solo un punto de partida para un viaje hacia lo subversivo. La colección se sostiene en detalles minuciosos: aplicaciones florales, transparencias estratégicas y estructuras que elevan una dimensión escultórica.



El beauty look fue clave para complementar: piel luminosa, mejillas rosadas y labios tocados por un poco de color. Un maquillaje romántico y discreto estuvo pensado para que la atención se centrara en el gesto poético de cada prenda.
La aparición de Cecilia Suárez en escena otorgó al desfile un peso inesperado. Su caminata pausada, con rostro en calma, marcó el ritmo del desfile.



El uso del color fue progresivo y simbólico: del blanco al fucsia, del nude al amarillo vibrante, hasta estallar en un naranja encendido. A nivel estilismo, los guantes, las capas estructuradas y los contrastes tonales jugaron con la dualidad entre lo romántico y lo sensual.
Durante el desfile, la música jugó un papel muy importante. No hubo prisas, sino presencia. Una pasarela que floreció no solo en lo visual, sino también en lo emocional.