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Highlights
Entre inspiración y apropiación
06.06.2018
Por Edna Pedraza

En los últimos años “apropiación cultural” se ha colocado como una dupla de palabras que encontramos en todos lados, especialmente en moda, señalando a diestra y siniestra el uso de elementos culturales por ajenos a ellas; una lista negra donde se incluye a Marc Jacobs y sus modelos con dreadlocks en el desfile de primavera 2017, recientemente a Dior con su Book Tote y la colección resort 2019, y de las que ni siquiera la ecléctica propuesta de Gucci con Alessandro Michele ha logrado salvarse.

Personalmente me resulta un tanto complicado definir exactamente lo que la apropiación cultural significa, pues nací y vivo en un país en el que se reparten más de 50 grupos indígenas con sus lenguas y sus tradiciones, al que hace más de 500 años llegaron los españoles a imponer idioma y costumbres; donde nos gusta copiarle a nuestros vecinos del norte o a lo que encontramos en las tierras sin fronteras del internet.

¿Entonces cómo dividimos la inspiración de la apropiación?

Hace algunas semanas en una visita a Oaxaca platicaba con una amiga argentina, de hecho involucrada en proyectos textiles en estrecha relación con artesanos indígenas, y me contaba que se siente incómoda portando huipil por el simple hecho de no ser mexicana. “Es que luego vienen y se disfrazan” me decía sobre otras foráneas.

Dicha conversación me dejó pensando si yo con mis rebozos y mis huanengos también me apropiaba y me hizo cuestionar mis sueños de ir a Kyoto y ponerme kimono.

Tal vez esa sea una manera de metaforizar: la apropiación es disfrazarse pero si algo de otra cultura auténticamente te atrae y te preocupas por entenderlo, entonces puedes traducirlo en inspiración y a partir de ahí crear tu propia historia.

La moda siempre ha tomado inspiración de otras culturas, Schiaparelli de Asia, Yves Saint Laurent de África y más recientemente Maria Grazia Chiuri se inspiró en literatura latinoamericana de autores como Isabel Allende, Gabriel García Márquez y la escaramuza charra para la más reciente colección Dior resort.

Dior Cruise 2019

El caso de Isabel Marant y la blusa de Santa María Tlahuitoltepec es absolutamente uno de plagio, copiando tal cual el diseño de la comunidad Oaxaqueña para reproducirlo sin dar crédito ni regalías. Sin embargo el caso de Dior y la antes mencionada colección me parece otro, uno donde quiero pensar que hubo un proceso inspiracion – desarrollo de piezas que nos resultan naturalmente familiares.

Definitivamente hubiera sido mucho más valioso que la casa francesa trabajara de la mano con los expertos mexicanos que le dan forma a la escaramuza y aunque a mi me resulta difícil resistirme a dicha colección hubo otros que la encontraron irrespetuosa. En tiempos sensibles buscar inspiración allá afuera es arriesgado.

Lo que más bien me acongoja es encontrar que son pocos los diseñadores nacionales que a través de sus propuestas cuentan algo de México.

A finales del año pasado tuve la oportunidad de participar en un foro en San Luis Potosí donde conocí artesanos textiles de la huasteca a quienes los plagios ciertamente han forzado a compartir iconografía y técnicas con cautela, siendo que al mismo tiempo las dificultades para vender sus creaciones en un mercado industrializado ha tenido como consecuencia que menos jóvenes se interesen en ellas.

Extranjeros y también nacionales han abusado de la genialidad de los creadores repartidos a lo largo y ancho de México y es algo que sin duda debemos seguir señalando. Tal vez en algún punto seamos capaces de encontrar ese potencial que otros ven y mejor aún, trabajarlo en conjunto.

 

* Fotografía portada Jason Lloyd-Evans para Vogue, fotografía en texto Delphine Achard para WWD