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Culture
La Guelaguetza: identidad, cultura y resistencia comunitaria
21.07.2025
Por Redacción MEOW

La palabra Guelaguetza proviene del zapoteco guendaliza’a, que significa “ofrenda”, “compartir” o “cooperar”. Esta celebración no surgió como espectáculo, sino como una manifestación comunitaria de reciprocidad y solidaridad, profundamente arraigada en la cosmovisión de las culturas originarias.

Existen varias versiones sobre su origen. Una de ellas narra que, tras la llegada de los españoles, las antiguas ofrendas a deidades como Coquixee, Pitao Cocijo y Centeotl fueron transformadas en celebraciones católicas, dando lugar a la festividad de la Virgen del Carmen, el 16 de julio. Esta mezcla de elementos religiosos y culturales dio paso a nuevas expresiones como los bailes, trajes y rituales de cada región de Oaxaca.

“La Guelaguetza es mucho más que un evento turístico: es una forma de compartir entre los oaxaqueños.”

Otra versión indica que la Guelaguetza, tal como la conocemos hoy, tomó fuerza tras el terremoto ocurrido en la década de 1930, como una respuesta solidaria entre regiones. Desde entonces, la fiesta se convirtió en símbolo de unidad.

“De ahí nace esa profunda hermandad de compartir, y con ella, una fiesta anual que nos une.”

El Cerro del Fortín: cuna de la tradición

En aquella época, Oaxaca contaba con siete regiones (hoy son ocho), y todas se congregaban en el Cerro del Fortín. Este lugar no solo era significativo por su geografía, sino también por ser un cerro lleno de vida: cubierto de azucenas, colores, aromas y encuentros.

Las familias oaxaqueñas acudían con comida y se sentaban bajo los árboles. En la rotonda, las delegaciones regionales ofrecían sus bailes con orgullo, en una atmósfera de verdadera comunión cultural.

Hoy en día, este lugar es el Auditorio Guelaguetza, donde los dos últimos lunes de julio se celebra esta festividad para el público, mostrando la riqueza cultural del estado mediante sones, chilenas y trajes tradicionales.

Vivir la Guelaguetza como local

Mucho de lo que hoy se conoce de la Guelaguetza se ha difundido a través de medios digitales, pero poco se habla de cómo la viven realmente los oaxaqueños. Antes, los bailes eran gratuitos. Las personas simplemente asistían, se sentaban entre los huajes y disfrutaban al aire libre, como en un día de campo.

Con el tiempo, se empezó a cobrar el acceso, pero solo a quienes venían de fuera. El propósito no era lucrativo, sino cubrir los costos de las delegaciones. Los locales seguían disfrutando del espectáculo como una tradición propia y accesible.

“Todo se hacía con el propósito de sostener este acto de generosidad compartida.”

Sin embargo, conforme la celebración ganó fama nacional e internacional, se convirtió en un evento de alto costo, difícil de alcanzar para muchas familias locales. Hoy, son miles los oaxaqueños que deben conformarse con verla por televisión o redes sociales.

La gentrificación de la cultura

La Guelaguetza se ha transformado en un producto de consumo. La gentrificación cultural ha convertido la festividad en un negocio donde el gobierno es el principal beneficiario, mientras que las comunidades originarias quedan al margen.

“Muchas familias oaxaqueñas ya no tienen los recursos para acceder a ese magnífico espectáculo… el poder disfrutar de su propia festividad, cultura y origen.”

Frente a este panorama, han surgido alternativas locales que buscan recuperar el sentido original de la Guelaguetza: ferias paralelas como la del Mezcal, la Tlayuda, y otras festividades comunitarias que ofrecen espacios accesibles y auténticos para la población.

Las otras Guelaguetzas: más allá del centro de la ciudad

Aunque el evento principal se celebra en la capital, muchos pueblos también organizan sus propias Guelaguetzas. Comunidades como Zaachila, Zimatlán, San Antonino Castillo Velasco, entre otras, mantienen viva la esencia de la fiesta: un encuentro comunitario para celebrar lo que somos.

“En ese momento, se nos olvidan las diferencias y simplemente disfrutamos lo que significa ser oaxaqueños.”

La Guelaguetza es una oportunidad para recordar nuestras raíces y reafirmar nuestra identidad colectiva. El simple acto de ver los bailes, escuchar la música, admirar los trajes y sentir la piel erizada de emoción es una experiencia que trasciende lo visual: es el alma de Oaxaca en movimiento.

Texto por Ximena Carmona y Abraham Martínez.

Todas las fotografías son propiedad de Abraham Martínez, Ximena Carmona y Olivia Meza para MEOW Magazine.