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Highlights
La Quinceañera
12.08.2025
Por Edna Pedraza

Sábado, 9AM en la colonia Escandón, Ciudad de México.

Dormí pocas horas, pero tengo una misión: recorrer cada tienda en 20 de Noviembre que ofrezca vestidos de fiesta. En la búsqueda de algo que funcione para una quinceañera. En caso de no encontrar nada adecuado, avanzar hasta Isabel la Católica para navegar hacia República de Chile, donde la quinceañera es inminente.

Acepto el reto

Días atrás me había unido con el crew para la realización de un comercial de un popular refresco. Estaba trabajando un mood board que se extendía entre personajes principales, glorificados, extras y más extras para dos días de filmación que tuvieron de locación algunos lugares icónicos de Chilangolandia. 

El mayor reto: una quinceañera, para la que se requieren dos vestidos iguales, mínimo, por si la toma sale mal y el vestido en uso se moja, se reemplace rápidamente, interrumpiendo en lo mínimo la agenda de la filmación. Preferentemente en amarillo, y eso hay que resaltarlo, porque yo no creo mucho en las “reglas” del buen vestir y ni en eso de la colorimetría… pero chica, un vestido amarillo de quinceañera es verdaderamente especial. No se ve todos los sábados bailando Tiempos de Vals.

Referencias para la quinceañera

Mis quince, pero slow

Las boutiques que habitan edificios coloniales –con racks llenos de vestidos, propios de una princesa– y majestuosos salones con espejos donde las familias se reúnen para desmenuzar la mejor opción proponen colecciones con colores y detalles en tendencia. Cada vez que se vende un vestido amarillo (o morado, o cualquiera que sea el color seleccionado) es reemplazado por uno del mismo color, y aunque pueda ser muy similar en detalles, el hecho de que cada pieza tenga su propio proceso, en tiempos del fast fashion, lo hace aún más especial.

Las esperanzas de tener el mismo vestido, dos veces, en dos días, se desvanecieron al llegar a la Plaza de la Novia, donde me distraje viajando en el tiempo.

Travesía épica

Una de las tantas cosas que disfruto con el pretexto de trabajar es visitar nuevos lugares, desenmarañar la compleja geografía de ésta –mi ciudad favorita– a través de buscar ropa u objetos perfectos. Ese sábado se balanceaba entre el estrés de no avanzar con la chamba y el goce que experimenté al explorar un lugar lleno de historia: la textura de una arquitectura virreinal, con matices setenteros, –todo en todas partes al mismo tiempo– y observar familias enteras analizando vestidos pompones.

Caminé un poco más. A las 3:34pm llegué al mercado de ropa y vestidos de fiesta de La Lagunilla. Como quien, tras una larga peregrinación, llega por fin a su destino. Un santuario cuyo laberíntico interior aguardaba el tesoro prometido: dos vestidos de quinceañera en color amarillo. Otro gran día para ser una estilista de moda.