Desde Zaachila, tierra zapoteca de profunda tradición, Jaime Vargas ha hecho de la costura un puente entre la memoria familiar y la identidad comunitaria. Inspirado por los bordados de su bisabuela y las flores que siempre acompañaron su infancia, hoy lidera un taller donde la creatividad se convierte en homenaje a la cultura y en motivo de orgullo colectivo.

Su trayectoria se tiñe de colores, de múltiples inspiraciones y sobre todo por la cercanía de la gente con la que trabaja y de quien viste sus creaciones. Jaime Vargas es un diseñador, aunque él prefiere denominarse costurero, que está mostrando una perspectiva comunitaria en la moda y también en la indumentaria tradicional.
No hay nada como crear desde la belleza y desde las emociones.
Jaime Vargas
Para que lo conozcas mejor, esta Cover Story se nutrió del trabajo fotográfico de Abraham Martínez y el modelo Luna. Un día de de creatividad y co creación en la Villa de Zaachila, Oaxaca para las páginas digitales de MEOW Magazine.

ENTREVISTA
Olivia: Jaime, ¿recuerdas alguna experiencia o algún momento que marcó tu conexión con la vestimenta?
Jaime Vargas: Sí, hay muchos momentos. Realmente creo que ha sido como el existir en este espacio. Nosotros llegamos a esta casa casi sin nada cuando mis papás se divorciaron y venimos a vivir con mis bisabuelos. Mi bisabuela era panadera, pero también cosía y bordaba: pañuelitos, servilletas, manteles, refajos, camisas molenderas. Yo me sentaba con ella, la veía bordar y me contaba historias de cómo construyeron la casa, de cómo empezó la panadería, de su primer viaje a la Ciudad de México. A partir de sus historias no solo aprendí a coser, sino también a amar el pueblo y a valorar la memoria. Eso me marcó. A los 13 o 14 años fue cuando bordé por primera vez.

Olivia: Entonces, tu primer acercamiento manual fue con el bordado.
Jaime Vargas: Sí, con el bordado. Desde niño era muy creativo, me fascinaba la pintura y la escultura, hacía acuarelas. Mis papás me regalaban libros. Mi primer libro de arte me lo dio mi abuelo, del Museo Thyssen en Madrid. Me maravillaban las telas, los encajes y las flores. Mi mamá decía que una casa no es casa si no tiene flores, y desde entonces están en mi imaginario.
Olivia: ¿Y las flores forman parte de la iconografía de la vestimenta de Zaachila?
Jaime Vargas: Sí. En nuestra identidad zapoteca, la naturaleza siempre está presente. Las flores y los colibríes aparecen en la iconografía. También, con el ferrocarril y el comercio, llegaron telas floreadas de Guatemala, Indonesia, Japón y Vietnam. Cada generación tiene sus gustos: las tías mayores prefieren tonos oscuros, las señoras jóvenes tonos intensos y las chicas colores pasteles. Eso forma parte de la identidad zaachileña.

Olivia: ¿Cuál es la indumentaria tradicional de Zaachila?
Jaime Vargas: Hay varios trajes. El traje de sábana, hecho de costales de harina; la camisa molendera, blusa de cajón con decoraciones; y el traje de enredo, tejido en telar de pedal con diferentes colores y ornamentos. Conocí esto gracias a mi familia y a los grupos culturales que buscaron rescatar las tradiciones. También aprendí con mi tía Maricela, que elaboraba la indumentaria de la danza de la pluma. Yo empecé hilvanando, pegando lentejuelas y decorando.
Olivia: Todo esto es la base de lo que haces ahora como diseñador.
Jaime Vargas: Sí, aunque no me gusta pensarme como diseñador, sino como costurero. Aprendí de costureras: mi bisabuela, mi tía Maricela, mi tía Yola. Ellas son diseñadoras desde su conocimiento empírico. Me gusta coser, jugar con las telas, con los colores, con la iconografía. Mi inspiración viene del campo, de las fiestas, de los santos. Cada fiesta tiene colores propios y eso nutre mi trabajo.



La costura me abrazó a mí. Me salvó la vida después de la muerte de mi papá.
Olivia: ¿Cuándo nace tu taller?
Jaime Vargas: Hace dos años. La costura me abrazó a mí. Me salvó la vida después de la muerte de mi papá. Pasaba por una depresión y el trabajo me sacó adelante. Empecé con pedidos pequeños, luego llegó el reto de rediseñar la indumentaria de los Zancudos y de la Danza de la pluma, y eso consolidó el taller. Poco a poco se sumaron personas del pueblo.
Olivia: ¿Qué significa para ti ver a la gente usando tu ropa?
Jaime Vargas: Es la experiencia más hermosa. Me llena de orgullo ver a una tía en la calenda con una blusa hecha en el taller o a una mayordoma estrenando su vestido. Eso me hace sentir que estoy contribuyendo a la memoria colectiva y a la felicidad de las personas.

Olivia: Si pudieras hacer una colaboración con alguien que admiras, ¿quién sería?
Jaime Vargas: Admiro mucho a Pierpaolo Piccioli y Alessandro Michele. Me encanta la moda italiana, barroca, llena de ornamentos y procesos cuidadosos. Sueño con colaborar en ese nivel, pero siempre desde un enfoque comunitario.
Olivia: ¿Cómo describirías tu concepto en una frase o con adjetivos?
Jaime Vargas: Colorido, elegante, florido, brillante y buinza. “Buinza” es como nos llamamos los zapotecos de Zaachila. Mi sueño es que algún día mis prendas aparezcan en una película sobre la vida comunitaria. Pero lo que más me llena es formar parte de los momentos felices de la gente.


Olivia: Jaime, muchas gracias por tu tiempo.
Jaime Vargas: Gracias a ti por escucharme. No hay nada como crear desde la belleza y desde las emociones. Y gracias a ustedes por darme voz.
