Pasó el fin de semana de Nrmal. Un festival que ha logrado consolidarse gracias a la esencia del mismo: la música. Cada año es una gran sorpresa que nos provoca ansiedad por la llegada de ese artista que jamás ha venido a México y mueres por ver, hasta el talento prácticamente desconocido pero de importante potencial que uno se encuentra entre sus tres escenarios.
Me gusta Nrmal porque es un punto de reunión muy abierto, sin presiones y de excelente distribución. Incluso la participación de las marcas dentro del festival se ha vuelto más significativa y divertida; desde las cervezas de Goose Island hasta la Coca Cola que viajaba en un tubo dentro de un camión.
Rememorando un fin de semana muy bonito, siento algo de nostalgia, pues también es un lugar donde todos los amigos se encuentran, incluso los que hace mucho no veías. Y por un instante, pareciera que dentro del caos citadino, existe un pequeño paraíso musical y convergente de otras disciplinas que jamás te imaginarías.
Empezamos el sábado a las 4 de la tarde mientras esperábamos la presentación de la banda chilena Trementina; cuatro integrante de veintitantos años que tocan shoegaze en su extremo más melódico y casi eclesiástico. La verdad, verlos en vivo tocar canciones como Kisses in your Face y Hazy Youth corroboraron la increíble banda que son.
Después vimos a Dorit Chrysler, quien dio una presentación donde calló a todos con su inimitable habilidad con el theremin. Tras terminar, nos movimos a Lorelle Meets the Obsolete, uno de los actos más sorpresivos en vivo, donde Lorena Quintanilla hizo que se me enchinara el cuerpo cuando se dejó llevar con la guitarra en el suelo. WOW.
Después de este eufórico show, nos dejamos ir con el explosivo set de Running, una banda de Chicago que rompió todas nuestras expectativas con su denso punk y gritos lo fi. Este escenario en especial (el rojo) me dejó otra sorpresa con Parásito al día siguiente y con Black Devil Disco Club para cerrar con broche de oro el festival.
Pero antes de eso, también hay que destacar el trippy noise de Holy Wave, banda tejana que rompió una piñata de Trump en el escenario. Sin embargo, su show fue todo un viaje de psicodelia, amor, paz mientras veíamos los visuales de Bob Mostachio. Un sueño que nos transportó a otra época, literal, por lo menos en espíritu.
Y para dejarnos en un mood legendario, Brian Jonestown Massacre nos dejó una increíble sensación sobre la fragildad y trascendencia de la música. A lo mejor les suena cursi, pero Anton Newcombe dejó muy claro que los mejores proyectos duran mucho, mucho tiempo y qué mejor que en Nrmal para transmitirnos su genialidad y pasión. De hecho, lo vimos un par de veces por ahí rondando en el público. Nadie se le acercó.
Otra sorpresa del domingo fue Mueran Humanos. Tenía muchas ganas de verlos y al caer la noche comenzó su show con No puedes entrar al círculo. La dupla argentina fue una entrega que recordó al goth industrial con sintetizadores melodiosos lo fi y un potente bajo.
Por último, Psychic TV nos llenó de buena onda. La banda traía toda la actitud y la personaldiad única de Genesis. Verlos en vivo fue una sinergia entre música, arte, performance y con algunos tintes políticos. Genesis invitó a todos con su primera canción a ser felices, a dar un abrazo y una sonrisa a nuestro compañero de al lado. Nos recordó lo que es sentirse en armonía con uno mismo mientras escuchas a tu banda favorita de todos los tiempos.
¡Nos vemos el siguiente año, Nrmal!