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Correr: una historia de amor propio
27.08.2018
Por Olivia Meza de la Orta


Jamás creí que era capaz de levantarme a las cinco de la mañana. Jamás creí que podría correr ni seguir los intensos ejercicios de entrenamiento. Mucho menos tener una meta de correr medio maratón. Siempre tuve en mi mente este chip de “el ejercicio es para ser delgada” y cuando me apunté a este journey con Nike, parecía que todo se acomodaba para decirme cuán equivocada estaba.

Desde que comenzó el año sentí que me faltaba ‘algo’ o debía hacer ‘algo’ al respecto de mi persona pero no lograba saber qué era y cómo llenarlo. Intenté el gimnasio y fracasé; el autosabotaje estaba a la orden del día entre las intensas semanas de mi trabajo full time y las salidas con amigos jueves, viernes y sábado no me quedaba más energía. Pensé que debía salir más, convivir… y sí, me sirvió de cierta forma pero no para esa necesidad que aún rascaba las paredes de mi mente. Quería irme, literalmente, no sé si física o mentalmente pero el escapismo se empezó a mezclar con mi ocurrente ansiedad. Me sentía fatigada, demasiado estresada, lloraba… Y definitivamente el ejercicio no era mi primera opción para salir de ese estado próximo a la depresión.

El deporte siempre me gustó, pero ahora no encontraba aún la llave para adentrarme. Cuando era chica practiqué fútbol; me gustaba muchísimo. El entusiasmo que se contagia con tu equipo me motivaba a practicarlo. Conforme crecía, mis piernas se volvieron más gruesas y torneadas pero me apenaba mucho. Sentía que así no deberían lucir las piernas de una mujer y que jamás le gustaría a un hombre. Desde entonces, nunca he vuelto a usar shorts. Crecí con un profundo rechazo hacia mi cuerpo gracias a la inseguridad emocional que me envolvía (o aún me envuelve a veces). Parecía que mi mente y mi cuerpo eran dos entidades distintas; yo me veía de cierta manera y la gente de otra y siempre me importaba más la segunda opinión. La preocupación y anhelo por tener un cuerpo idealizado permanecía sólo en mis pensamientos y al mismo tiempo me frustraba. Jamás iba a ser esa persona que imaginaba porque la realidad es que soy: gorda, ancha, robusta, retengo líquidos, tengo várices y celulitis, etc. Y ahora que lo escribo conscientemente, siento como si el ancla que estaba en el fondo de mi corazón de pronto desapareciera.

Empecé a correr con Nike en un sistema creado especialmente para llegar a la meta de 21k a finales de octubre. La idea de unirme me pareció un pase a la felicidad. No tenía expectativa alguna sobre mí, incluso lo primero que pensé fue “no importa si no logro correr así, al menos lo intenté”. Y así comencé hace exactamente dos meses esta travesía de superación personal. En el primer entrenamiento debíamos trotar 15 minutos alrededor de la pista. Yo solo corrí cinco y me estaba prácticamente muriendo así que caminé mientras pensaba “jamás podré correr como todos los demás en tan poco tiempo”. Mi único acercamiento a ejercitarme era el yoga y aunque al principio parecía que no me ayudaba en nada, después empecé a notar lo contrario.

Este journey me ha enseñado muchas cosas y valores que desconocía de mí misma. La disciplina, por ejemplo. Y hoy gracias a eso, con la ayuda de Erik Arenas y Beto, corrí mis primeros 10 kilómetros en un bosque en 1 hora 15 minutos y me sentí inmensamente feliz. A partir de mi primera experiencia corriendo hasta el día de hoy puedo afirmar que la paciencia y la constancia son los requisitos para lograr metas sólidas y prácticamente todo lo que uno se propone. Estamos acostumbrados a tener todo rápido, no solo en lo que consumimos incluso en nuestras relaciones interpersonales, y nos olvidamos que el tiempo, una de las magnitudes físicas esenciales, es uno de los ejes que rigen absolutamente todo. El tiempo es sabio y recompensa con el trabajo duro sin escalas.

Otra cosa que he aprendido es que la mente es un arma de doble filo. A medida que corría salían a flote todas esas telarañas y pensamientos enredados que tenía sobre mí, las personas, mi vida, el día a día. Negatividad a flor de piel presente mientras yo intentaba correr más de 15 minutos sin parar hasta que lo hice consciente y pude enfocarme a lo positivo y así correr me empezó a caer muy bien. Parecía que estuve ciega toda mi vida por un espejo. No se trata de cómo la gente te ve sino como te ves a ti mismo. No es sobre cuántas personas derrotes en una competencia o en batir ese récord para que todos te aplaudan. Correr es sobre ti. Correr es que aplaudas hasta dónde has llegado y cómo te has sentido en ese proceso. Correr no es un objetivo único para adelgazar (de hecho no es el más adepto para quien quiera bajar de peso). Y correr se parece mucho a lo que es vivir, en toda la extensión de la palabra. No es una exageración, sino una analogía sobre cómo puedes fijarte objetivos y trabajar para conseguirlo, sin importar qué tan simples o complejos puedan ser. Esos cambios que empiezas a ver en ti mismo duelen, te retan y te sanan, y tu no serías el mismo hoy si no hubieras recorrido ese camino ayer.

Correr se trata de respetarte y aceptarte. El respeto por tu existencia por todo lo que haces y luchas a diario. Una demostración de lo ágil y fuerte que eres. Por tus movimientos que te hacen capaz llegar a la meta que, aunque suene cursi, antes te parecía imposible. Correr o emprender una travesía deportiva similar, no es para demostrar a los demás lo que puedes hacer o ser sino para el mejor espectador y el más importante: uno mismo. Y así fue cómo empecé a enamorarme de mí misma. Porque el verdadero poder yace allí, en el fondo de tus entrañas que antes no podías ver ni sentir y una vez que lo conoces éste se vuelve un aliado que te impulsa y anima para seguir adelante con cualquier cosa que enfrentes.

Ilustración Amarillo Pastel®

Gracias a Alma, Adriel, Vale, Erik, Beto, Raquel, Ilia, Ari y a todo el equipo Nike, quien fue la primera marca en creer en mí y mi proyecto MEOW desde hace cinco años. Gracias a mi mamá por siempre motivarme aún cuando me me parecía cursi todo lo que me decía y ahora veo cuánta razón tiene. También gracias a Raúl, Karli, Ceci, Fer, Pam y a todos mis compañeros del crew por inspirarme. Siempre estaré agradecida con todos ustedes por este despertar.  ¡Nos vemos en L.A.!