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Fashion
Cambiar los paradigmas es cambiar de look
14.05.2020
Por Edna Pedraza

Cambiar la piel es un ejercicio en el que también los humanos nos vemos continuamente involucrados. La transformación es la única constante en el universo y a ella responden tanto nuestras mentes como naturalmente nuestros cuerpos.

Dejamos la indumentaria de la niñez para explorar quiénes somos a través de prendas que hablan claro sobre nuestras preferencias, usualmente tomando inspiración de los íconos pop y otros sobresalientes personajes que nos hablan al corazón en ese momento, para luego a través del avatar que empezamos a construir contarle a todo el mundo un poco sobre nosotrxs, emprendiendo un viaje en el que repetida e inevitablemente volveremos a perdernos, tomando nuevos y revolucionarios caminos donde en ocasiones la persona que seamos por dentro ya no concuerde con la que vemos en el espejo. Entonces habrá que mudarse de nuevo.

Hoy es un día de mayo del 2020 y desde que empezó esta racha de infortunados eventos que acongojan al planeta entero, nos hemos enfrentado con nosotroxs mismxs muchas más veces de las que solíamos antes. Y está bien, lo más valioso que podemos sacar de una situación ante la cual nos sentimos fuera de nuestra zona de confort es conocernos mejor.

Ciertamente lidiar con los cambios que experimentamos en nuestro interior no es así de sencillo, pero trabajar en nuestra segunda piel para volvernos a encontrar y conectar de nuevo con la paz que ya radica en lo más profundo de nuestro ser no tiene nada de superficial, más bien resulta absolutamente necesario, incluso terapeútico.

La idea de desarrollar este texto surgió en una conversación en la que Olivia Meza, directora de esta publicación, me sugirió ver Unorthodox, la serie de Netflix basada en el libro autobiográfico de Deborah Feldman, donde la protagonista de la historia, Esther Shapiro, enfrenta un proceso de autodescubrimiento que la lleva a escapar de la comunidad judía ultraortodoxa jasídica a la que pertenece y en el que la ropa, como la manera de asumirse, pertenecer y relacionarse con el mundo, desempeña un sutil pero fundamental paso en el encuentro, y aunque suene cursi, renacer de Esty.


Como estilista de moda me es claro el poder de la vestimenta para acercarnos a ser aquello que anhelamos ser, de procurarnos altas dosis de amor propio o simplemente reafirmarnos como entes únicos. Es una lástima que en los tiempos de desbordante consumo en que hemos vivido antes hayamos tergiversado el poder sanador de un vestido nuevo, porque una cosa es comprar en un vano intento de llenar vacíos a los que tememos mirar a los ojos, y otra cosa es encontrar o imaginar aquella pieza que, como diría Marie Kondo: manifiesta la magia que se expande por nuestras venas.

No, los demonios no se aplacan con otra adquisición vacía, más bien se traduce en la culpa de fomentar un sistema que ahora representa la segunda industria más contaminante del planeta. Si bien en la primavera de este año se nos ha privado de muchas cosas, también se nos ha regalado tiempo. Tiempo para repensar la industria de la moda, a la que no podemos acusar de frívola cuando ha funcionado como un espejo; tiempo para estructurar las formas en que consumimos, para llevar a cabo una metamorfosis, para jugar, para rebelarnos, preguntarnos una vez más quiénes queremos ser y decidirnos a tomar las riendas de nuestra existencia.

Si el corazón de Cenicienta no hubiese sido así de puro ningún hada madrina hubiera venido en su auxilio. De ahí la necesidad de recalcar que el verdadero cambio germina en nuestro interior. ¿Cuánto realmente nos conocemos? ¿qué tanto disfrutamos de nuestra propia compañía? ¿cuánto tiempo procuramos para simplemente darnos amor? Para mi estas preguntas, que en tiempos de confinamiento demandan ser atendidas, son fundamentales para una exitosa y satisfactoria transición de look. Más allá de lo esencial, nos vestimos para nosotrxs mismxs, por lo tanto vestir es un excelente pretexto para declararnos amor.

Es este el momento en que la revolución nos llama, comencemos entonces con esa segunda piel. Si bien, mostrarnos con una nueva imagen no nos dará todas las respuestas que necesitamos en este momento, definitivamente nos ayudará a acercarnos al amor propio a través de un reconocimiento tan profundo como nos atrevamos, sobre quienes somos.

No hay que temer a expresarnos a través de la vestimenta, ni a entregarnos a la prueba y ensayo con inciertos resultados. No temamos encontrarnos siendo completamente distintxs a lo que siempre hemos sido, ni siendo más parecidxs a todo aquello que dijimos que jamás seríamos. Como ya lo dije al principio: la única constante es la transformación.